Adriana Hidalgo ya lleva publicadas las novelas cortas completas, los cuentos completos y las crónicas completas de Uhart.
La trilogía “El amor es una cosa extraña” reúne tres novelas inéditas de Hebe Uhart escritas en los 80’s y 90’s con una particularidad, están atravesadas por la violencia política de la dictadura, de manera indirecta, sin ser historias clásicas de dictadura, pero con un signo común al resto de su obra: regresan a los lectores el oído absoluto de su autora para evocar voces orales, su conocido humor, sus intensidades y silencios.
Son tres nouvelles: “Beni” será la única novela que Uhart haya escrito profundizando en una relación sentimental -“un atorrante” resume la madre de Luisa, protagonista y alter ego de la autora-. “Leonilda” es el relato en primera persona, un monólogo cándido y cruento, de la inmigrante chaqueña que termina dándole título a este hallazgo, revelación que cierra con “El tren que nos lleva”, presumiblemente, reelaboración de experiencias de juventud de Uhart (1936-2018).
El rescate, hecho para el sello Adriana Hidalgo, es obra de Pía Bouzas (narradora y licenciada en Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires) y de Eduardo Muslip (narrador e investigador de la Universidad Nacional de General Sarmiento).
Los dos amigos de la escritora, los dos discípulos de sus primeros talleres en su departamento de Almagro, un dos ambientes chico de balcón amplio y una estantería pequeña por biblioteca, que renovaba según sus intereses de lectura, sus intenciones literarias y lo que pensaba compartir con sus alumnos.
El rescate, hecho para el sello Adriana Hidalgo, es obra de Pía Bouzas y de Eduardo Muslip.
Las novelas estaban preparadas para publicarse, aseguran, armadas en carpetas con portada, título, autor sólo se corrigieron pequeñas erratas e inconsistencias, cosas de normalización, como el modo de representar la oralidad de los personajes, “una tarea de editor lo menos intrusiva posible”, dice a Télam Muslip.
Las fechas de escritura se deducen de los mismos relatos y del material en que fueron conservados: si están tipeados a máquina, si se recuperaron de un viejo diskette, si el anillado es la tecnología que aparece en cierta época. Y si bien las razones por las que no fueron publicadas son sólo hipótesis, es cierto que Uhart las escribió en una época en que la publicación no estaba tan asegurada y puede que lo haya intentado y no lo haya logrado o incluso que haya perdido el archivo.
No habrá otras. Estos textos son los más largos que Bouzas y Muslip encontraron en el departamento de Uhart y entre materiales propios, resultado de más de 30 años de relación. El archivo fue donado en su totalidad a la Biblioteca Nacional y ahora espera el momento de ser entregado, pandemia de Covid mediante, cuando la situación lo permita.
¿Cómo llegaron a asumir tamaña responsabilidad? “Simplemente sus herederos ya nos conocían -dice Muslip-. Sumaba eso de personas cercanas que también escribían y nos preguntaron si podíamos ordenar sus libros, papeles, lo relacionado a su escritura y literatura”.
“Amor é siempre cosa extraña” le dice Ian, el psicólogo brasileño instalado en Buenos Aires, a Leonilda mientras ella limpia el departamento. Pero antes le había dicho “amor é obyeto perdido, Leonilda”, objeto aquí, en esta trilogía, finalmente recuperado.
Hidalgo ya lleva publicadas las novelas cortas completas, los cuentos completos y las crónicas completas de Uhart. En esta búsqueda aparecieron crónicas inéditas que el sello incorporó a esa nueva edición.
Lo que queda es el conjunto de lecturas que Uhart proponía en sus talleres para compartir en un futuro “Cuaderno de lecturas” y hacer un “Cuaderno de notas” con las transcripciones de textos breves, anotaciones que tenía en las libretas, perfiles que ella misma escribió y textos de tipo ensayístico que fue publicando, algunos inéditos porque los presentó, por ejemplo, en encuentros de escritores.
Y, en el orden de una mirada más atenta sobre el conjunto de su producción, la Universidad de General Sarmiento trabaja en la publicación de las lecturas realizadas durante las jornadas “Una cierta felicidad: experiencia y escritura en Hebe Uhart”, de 2019, que reunió una crítica de su obra a partir de un abanico que fue de lo filosófico, pasando por lo literario, hasta lo performático.
Uhart fue profesora de Filosofía en el CBC, trabajaba en la cátedra de Tomás Abraham que se formó con el retorno de la democracia, por el ’85. Muslip era su alumno y la reconoció leyendo un libro suyo ya saldado que le gustó mucho, “La luz de un nuevo día”. La contactó por la guía telefónica: “De entrada fue más bien una amistad, éramos muy pocos en los talleres y era como una relación personal, se dio de cosas, hábitos, de visitar su casa”.
-Télam: ¿Qué desafío emocional y literario implicó trabajar con este archivo?
-Eduardo Muslip: Hubo que hacerlo y punto, lo operativo marcó el proceso. Pía tenía un cuarto disponible y empezamos a reunirnos regularmente todo 2019. Empezamos a trabajar con transcripciones de cosas inéditas, a pasar en limpio otros textos: pequeños ensayos, artículos, perfiles, anotaciones en sus libretas. Queríamos agrupar los materiales que daba para sus talleres, algo que sentimos era como un legado para ella, otra forma de comunicarse vinculada con la literatura y no solo con escribir, sino de compartir sus lecturas, lo más importante que hacía en sus talleres, además de trabajar con la escritura.
Hebe tenía el hábito de que llegabas a la casa y te regalaba la fotocopia de un cuento, de lo que la entusiasmaba. Era una lectora muy generosa, con un núcleo de lecturas muy particular que incorporó por años y seguía leyendo -Felisberto Hernández, Natalia Ginzburg, Alicia Steimberg, Antón Chéjov-, y otro núcleo de nuevos autores, como I Acevedo por ejemplo. La invitó al taller y regalaba su novela “Una idea genial”.
-T: ¿En algún momento tuvieron la sensación de estar entrometiéndose en una parte de su intimidad que ella no hubiera querido compartir?
-E.M: Hebe es rara porque en su obra los elementos autobiográficos están muy presentes, reelabora escenas de su vida, vivencias de su familia, de gente que conoció, pero a pesar de que su escritura tiene esa marca tan fuerte, ella prácticamente no tenía una escritura de diario íntimo ni epistolar. Todo lo que encontramos fue en función de las ficciones que después rescataba en cuentos y novelas.
-T: ¿Encontraron algo inesperado?
-E.M: Siempre hay cosas que aparecen que te hacen ver otras cosas. De golpe toman relieve otros elementos que a uno lo sorprenden porque son materiales de otros momentos de su vida. No hubo sorpresas sino la sensación de que, al ver un archivo, ves más cosas de esa persona, sabiendo que siempre hay mucho más de lo que ves.
Fue un encuentro amable. Primero trabajamos con lo que ella marcó en sus libros, en su caso todas marcas que son como para compartir a terceros: cuentos para mostrar a otras personas, subrayados que luego pasaba a sus libretas y usaba en los relatos en sus crónicas. Una instancia íntima y a la vez pragmática, marcaba cuentos que después fotocopiaba y mostraba en sus talleres.
-T: La docente siempre presente.
-E.M: Pero con esa doble cara de confiar en esa cosa formativa y al mismo tiempo tener un poco de distancia sobre la idea de cómo son realmente los aprendizajes, de cómo aportar modelos y al mismo tiempo dudar de los modelos.
-T: Algo parecido hacía con su escritura.
-E.M: Claro, cada vez que aparecía alguna referencia a pensamiento filosófico o a figura que se mostrara como norma del deber ser, enseguida las relativizaba, muchas veces con humor.
-T:¿Qué aporta la publicación de estas novelas a la obra completa de Uhart?
-E.M: Estas novelas vuelven la mirada sobre el período anterior a las crónicas. Son novelas que valen por sí mismas y se agregan a una obra completa de modo clave. No es material secundario. Corren la mirada hacia la producción más ficcional de Hebe y modifican un poco la imagen pública, instalada, de escritora haciendo esa especie de magisterio que pisaba sobre firme. Estos textos muestran niveles de conflicto más reales para ella y la distancian de esa figura solemne despegada de lo terrenal que a veces explotaba el circuito literario de la comunicación, una imagen de escritora que era lo contrario a lo que ella valoraba.
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