21 noviembre, 2024
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Pablo Ottonello: “En tanto tecnología, la literatura también está alejada de los cuerpos”

Ottonello y una historia tragicómica de una relación mediatizada. Foto: Florencia Downes

En “Satisfaction”, su novela más reciente, el escritor y gionista Pablo Ottonello enfoca un fenómeno de rigurosa actualidad: el de la mediatización de las relaciones humanas y sus consecuencias, a través de una historia que aborda las maneras de vincularse que proponen las plataformas de citas, desde la dificultad para comunicarse y entablar un simple diálogo hasta el contacto físico que pierde terreno.

Para reflejar el tema, el autor de “El verano de los peces muertos” y “Veteranos de la guerra del día” elige hacerlo a partir de la historia de Julia y Juan, dos argentinos exiliados que viven en Chicago, pero no se cruzan por amigos comunes o un local que vende yerba mate sino a través de una aplicación de citas a la que el autor denomina “Silver”, pero los lectores pueden reconocer fácilmente.

Aquel matcheo no es más que el comienzo de un juego de seducción que se despliega más allá de la virtualidad e involucra ropa costosa, tragos sofisticados, un bar de renombre, autos con chofer y una mansión en las afueras de la ciudad. Pero los personajes no solo se exhiben sino que también se construyen con palabras en soliloquios sobre el amor, la virtualidad, el dinero, el trabajo y el exilio en una historia que podría tornarse sombría pero mantiene su tono risueño.

Ese fue precisamente el tono que primó en la conversación que el autor tuvo con Télam sobre su nueva novela editada por Tusquets, para la que eligió un título que apuesta a la ironía: “Satisfaction”.

-T.:¿Cómo mediatiza la tecnología el amor y el sexo?

-P.O.: Remite a la relación entre tecnología y comportamiento humano. Los “avances” tecnológicos siempre tuvieron detractores. Hubo quienes se resistieron al teléfono (que sustituía, por ejemplo, la correspondencia escrita) o la televisión, que “competía” con la lectura. En este caso, el de las plataformas de citas, algo evidentemente cambia, o se facilita. Sobre eso intenté escribir. Aunque, para ser franco, cuando escribí la novela en el caluroso agosto de 2017, en mi escritorio de Pilsen, en Chicago, no había utilizado estas tecnologías. Me dediqué a inventar. Pertenezco al grupo de aquellos escritoras y escritores que aún imaginan.

-T.: ¿Tenés experiencia en la escritura de guiones. ¿Puede verse la estructura como una sucesión de monólogos casi teatrales que podrían transformarse en una película o una serie?

-P.O.: Aviso a los productores que no saben dónde invertir: escribo guiones y el de “Satisfaction” está a la venta. Sobre los monólogos, obviamente, lo hice a propósito. Escribo las primeras versiones de mis novelas bastante rápido. Me lleva muchos meses corregir. “Satisfaction” me llevó tres semanas. Soy más lento que Fogwill (el mito declara que escribió “Los pichiciegos” en tres días) quizás porque tomo mate en vez de cocaína.

"Satisfaction".

“Satisfaction”.

-T.:¿Por qué no hay diálogo entre los personajes de la pareja que recurre a una plataforma de citas? ¿La interacción está presupuesta o es nula?

-P.O.: Diría que hay diálogo, pero que está omitido. La estructura es robada a Puig, que en “Maldición eterna a quien lea estas páginas” omite las respuestas. La otra referencia evidente es el David Foster Wallace de “Brief interviews with hideous men”, que lo toma de Puig. Esto es un robo de un robo, por lo que zafo de toda condena.

La falta de respuesta incomoda al principio, pero después, creo, o más bien espero, produce un efecto de intriga. Las preguntas se pueden suponer, y el lector tiene que trabajar un poco más. Parece una novelita ligera, ¿no? Como dijo un amigo al que le confío mis textos inéditos: “es para leer en la playa”. Al principio, porque no me curo del todo de cierto esnobismo, me ofendí un poco. (Un Ottonello, pensaba yo, debe leerse en confortables divanes.) Después lo entendí como un elogio. El diálogo interrumpido -y cierta teatralidad- agilizan la lectura. En tiempos de Netflix toda literatura es épica. La batalla es mantener la atención del lector: ¿quién me va a discutir esto?. No queda otra que valerse de ciertos trucos. Acá hablo de sexo, de mujeres fuertes, de hombres impotentes y todo a la velocidad de la luz. La novela es una gárgara.

-T.: ¿Qué lengua híbrida hablan estos inmigrantes argentinos que mezclan en sus diálogos ciertas expresiones en inglés?

-P.O.: Viví cinco años en el midwest, la parte más literaria de Estados Unidos. Es fácil escribir novelas sobre Nueva York (yo tengo una en la gatera: La torre insomne, sobre banqueros y consultoras), pero mucho más interesante es escribir sobre Chicago y el centro del país. Parece que no estoy respondiendo la pregunta, pero verás cómo ahora vuelvo mágicamente al núcleo argumental: dos argentinos en Chicago que se “contaminan” de palabritas y tecnicismos.

Si uno lo piensa, tristemente hablamos en la jerga del marketing, las finanzas y las corporaciones. Mis amigos no-progres me dirán que exagero. A ellos les contesto que no, no tanto. No soy lacaniano, ni entendí mucho lo poco que leí de Lacan, pero no está mal decir que “somos lo que hablamos”. Si la literatura (o la poesía) tiene una función, es la de rescatar los jugos ocultos en la palabra. Esto no lo invento yo, lo dice Shklovski.

Entonces, mi novelita playera juega con esa jerga y la contamina de micro bellezas. O, al menos, esa fue mi intención. No quiero decir cómo debe leerse lo que escribo, pero Piglia hacía lo mismo, ¿y entonces por qué no? Como me gusta mucho mi profesión, en días buenos como hoy, en los que todo me parece “escribible” (quizás sean los nuevos antidepresivos), pienso que mi libro “hace algo” en contra de esa normalización del lenguaje. Si vamos a usar palabras como “target”, “objetivos”, “desafíos”, “cashflow”, “markup”, “trend” y qué se yo, por lo menos que haya una novela que se las apropie. Una especie de antropofagia gerencial, supongamos.

Agradezco a las castas de gerentes que me han rodeado desde la tierna infancia por haberme regalado la terminología. Ojo. Quizás debí haber hecho un master en dirección de empresas y carrera en Unilever. Hoy tendría ahorros, pileta y perro. En cambio, tengo 27 novelas inéditas (solo 3 son buenas), 13.300 páginas de diarios, media tesis de doctorado, y serios planes de conquista universal.

-T.: Curiosamente, la acción más vertiginosa de la novela está en el relato que un personaje le hace a otro, de una historia que ocurrió en otro tiempo, no lo que sucede entre ellos o la relación que protagonizan.

-P.O.: El relato oral es la forma más antigua de la literatura. Ojalá se note que, en una novela sobre la virtualidad, de pronto hay un momento en donde lo que realmente vale es la palabra. Un lector me escribió por Instagram diciendo que ella, Julia, era una especie de Sherezade. Casi lloro de alegría. No lo había pensado, pero es cierto. Julia cuenta una historia -que puede ser falsa, o hiperbólica, o lo que sea- para que “suceda” otra cosa. Lo que tiene que suceder es la erección del hombre, que se intimidó ante la guita, el talento y la belleza. No puede “cumplir”. La narración en mi historia es un modo de ganar tiempo. Espero, que ese episodio, el del accidente, funcione como dorso de aquello hasta el momento no ocurre, que es la consumación.

En tiempos de hombres que intentan deconstruirse, no es fácil encontrar el sitio desde el que tocar estos temas. Entonces escribí un librito sobre una disfunción eréctil. A mi protagonista le fallan los genitales. Y ella, la mujer, en vez de destruirlo, apela a la máxima nobleza. Lo espera, le cuenta una historia en la cama, lo ablanda un poco. Así lo veo yo, que soy el autor, pero ya sabemos que los textos, una vez entregados al mundo, no nos pertenecen.

-T.: ¿La tecnología anula el sexo, lo vuelve imposible?

-P.O.: Aumenta, quizás, la torpeza. Porque los cuerpos “están”: sudan, huelen, se tensan, se trenzan. Como dice Villoro, hay cierta dimensión corporal que no es platónica. Durante el cuerpo a cuerpo no hay filtro de Instagram ni religión que te salve. Por otro lado, la literatura también repone una ausencia, por lo que, en tanto tecnología, también está alejada de los organismos. Y por eso es tan grato escribir sobre coger.

-T.: Para hablar de la transformación de las relaciones de pareja a partir de la tecnología elegiste un tono humorístico y no de denuncia. ¿Por qué?

-P.O.: Estaba a mano en mi mesa de trucos. Si no me cuido de manera explícita, a veces me pongo un poco solemne. Más ahora, que por motivos insólitos también soy crítico literario. El tono tenía que ser juguetón.

-T.: El título remite a una canción emblemática pero es en sí mismo una ironía, marca un poco el tono del texto.

-P.O.: Vivimos en una época en donde estamos algo obligados a triunfar. Byung-Chul Han no estaría en desacuerdo. Tenemos que obtener esa “satisfaction” de la que habla Jagger. El título se lo debo a mi editora. Escuché por primera vez a los Rolling en 2021. Por recomendación de un amigo empecé por “Let it bleed”. Suenan bastante bien, ¿no?. En cualquier momento saco la lengua.

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