“Más vale maña que fuerza”
Para entrar en el origen de este refrán, un toque de catecismo… Nos vamos al siglo III antes de Cristo. Está en boca de todos el Libro del Eclesiastés, palabra griega que significa predicador, orador, presidente de una asamblea religiosa; lo escribió el sabio Cohélet, luego la prensa del rey Salomón se lo atribuirá a este. El tono dominante de este Libro Sapiencial es más bien sombrío y pesimista… ¡Y sí! Porque en él se van exponiendo las reflexiones de un hombre a partir de su experiencia personal; la que le ha permitido descubrir la caducidad de la vida y la aparente inutilidad de todas las cosas, llevándolo a amargas convicciones, negros interrogantes, por ejemplo: ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?… ¡Pero qué provecho sacan las mujeres ni se lo preguntaba el tipo!… El asunto es que fue en el Eclesiastés 9:16 donde apareció la enseñanza “Más vale maña que fuerza”; allí, maña traducido como ingenio, sabiduría, destreza, saber hacer. Destreza como lo opuesto a la astucia, y sabiduría como opuesta a la ignorancia… ¡Hasta que apareció Catalina de Aragón!…
Apodada La Artillera, Catalina fue la heroína del levantamiento español contra la invasión napoleónica, defensora de Zaragoza durante el asedio francés en la Guerra de la Independencia. Cuenta la leyenda que ella tomó la mecha de manos de un artillero herido y consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada… Los asaltantes, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, con lo que los aragoneses consiguieron ganar más tiempo y engrosar las defensas…
La palabra “maña” como hermano, fue de uso tan popular en Aragón que, hoy en día se les llama “maños” a los aragoneses... ¡Gracias a la maña que se dio Catalina aquella noche del cañón, hace más de doscientos años!…
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