24 noviembre, 2024
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Fernanda Melchor: “Me construí esta pesadilla y viví allí un rato para explorar ese miedo horrible”

Como en “Temporada de huracanes”, la mexicana Fernanda Melchor vuelve con su nuevo libro “Páradais” al terreno de la violencia pero esta vez indaga y articula realidades socioeconómicas opuestas, a partir del vínculo entre un adolescente que vive en un barrio privado y otro que trabaja de jardinero en ese lugar, para explorar la diversidad de violencias y los modos en que la alienación y la obsesión son capaces de anular los mecanismos que impiden la crueldad hacia otros.

Podría decirse que los dos adolescentes que protagonizan esta nueva obra de Melchor son amigos pero la certeza se diluye si la definición de amistad es capaz de validar la extraña y sospechosa cofradía que arman todas las noches entre cigarrillos y alcohol en un  escondite a medio construir, reunidos no tanto por la complicidad de una relación como por la necesidad de estar lejos de sus propios mundos o dar rienda suelta a sus fantasías y perturbadoras ideas sobre las múltiples formas de la posesión, que en esta novela van desde el abuso sexual hasta los bienes materiales.

Los protagonistas son Franco Andrade, un joven con sobrepeso de clase alta que vive con sus abuelos y está más obsesionado con su propio deseo -seducir a una vecina casada, que apenas lo registra como amigo de su hijo- que conectar con el entorno que lo rodea o al menos dar pistas de algún atisbo de sensibilidad humana. Y el otro es Polo, la perspectiva con la que se narra esta novela: un joven que vive en un pueblo pobre en el que mandan los narcos y está sometido al mandato de ser el varón proveedor de la familia, a pesar de los débiles intentos por conseguir empleos que lo terminan atrapando en un trabajo precarizado como jardinero del barrio cerrado.

Con ese trasfondo, la novela arrastra una agilidad que deja sin aliento e induce al encuentro con el horror porque no hay forma que no interpele lo que pasa en las casi 160 páginas de esta trama: el desarrollo psicológico de los personajes, sus edades, las condiciones de sus vidas, el status quo incapaz de poder ver más allá, el machismo, los mandatos de masculinidad, la dominación, la desigualdad social y económica, los efectos de la urbanización privatizada, la fantasía sexual impresa desde la lógica patriarcal. Y sobre todo, ese envolvente lenguaje que marca la prosa de Melchor con sus giros y modismos mexicanos.

Periodista y escritora nacida en Veracruz en 1982, Melchor publicó el volumen de crónicas “Aquí no es Miami” y su primera novela “Falsa liebre” en el año 2013 pero fue con “Temporada de huracanes”, en 2017, cuando su nombre arrasó en la escena literaria con esta obra que se tradujo a más de quince idiomas y coronó su aparición con varios premios, entre ellos la nominación como finalista del Premio Booker Internacional, junto a “Las aventuras de la China Iron” de la argentina Gabriela Cabezón Cámara.

Aunque su nuevo libro “Páradais” (Literatura Random House) no significa una continuidad del anterior, hay zonas que se articulan, “un hilo umbilical” en ese “convertirme en escritora” que llegó con el reconocimiento de su novela, como dice a Télam. “De alguna forma yo sentí, una vez publicada ´Temporada de huracanes´, que había establecido un paralelismo demasiado estricto entre violencia y pobreza y entonces pensé en buscar un escenario totalmente distinto”, explica vía Zoom desde su casa de Puebla.

Es que a diferencia de La Matosa, “Páradais” está situada en un fraccionamiento privado que se proyecta como un paraíso de lujo. “Quería hablar de esta fantasía de la clase media para arriba de estos cotos, donde existe la idea de que vamos a dejar la marginación y la violencia afuera y que adentro solo vamos a quedar los buenos y puros. Ante el aumento de la criminalidad es muy común esos lugares cerrados pero al final es una fantasía y quería reflexionar sobre este tipo de estructuras sociales”, cuenta.

La autora se preguntó entonces “¿por qué no situar el mal en el corazón mismo de este fraccionamiento? Franco Andrade es una persona radicalmente opuesta al cliché que nos hemos hecho del joven violento. Es decir, un joven de clase alta y que en un país tan racista como México es rubio de ojos azules. Ha tenido todo en la vida y aún así en su corazón anida una violencia espantosa, una obsesión terrible”, adelanta sobre el personaje que direcciona mucho del feroz devenir que despliega la trama.

-Télam: En esta novela parece que no hay origen para el inicio de la violencia, excede lo individual y se sostiene en lo estructural ¿Había un interés por explorar esto?
-Fernanda Melchor:
En gran parte quería explorar la violencia feminicida ampliada a otro tipo de violencias estructurales, como la violencia de la desigualdad entre clases, la violencia laboral, la precariedad; esta violencia espectacular del crimen organizado que vivimos en México y Latinoamérica en general. Para mí la violencia tiene que ver con el mal, con la posibilidad del mal que existe en cada uno de nosotros. Y me interesa explorar esta violencia que de ser una ventaja evolutiva para el ser humano qué formas toma en la actualidad.

-T: En ese contexto el machismo y la misoginia tienen un lugar privilegiado, donde el deseo tiene que ver con la posesión del cuerpo, como Franco Andrade que se obsesiona con su vecina.
-F.M:
Esta visión machista que no es propia de los hombres, las mujeres también la reproducen en la novela. Es como si no pudiera existir una convivencia pacífica: hombres y mujeres estamos enfrentados en una lucha entre unos y otros que nos queremos dominar, como diríamos en México chingar, quién jode más a quién. Es decir, para Polo las mujeres tienen que ser poseídas y dominadas. Y esto incluso alejándonos de la visión de Franco que ya es francamente patológica porque estamos ante el origen de un futuro criminal sexual. Pero en el caso de Polo, que es una visión más normalizada, hay una lucha porque él tiene que dominar y controlar a las mujeres de su vida porque sino es dominado y controlado por éstas, lo cual le produce una sensación de angustia y le hace sentirse menos hombre y toda su vida se ve empapada por esta suerte de desgracia. 

-T: Otra trayectoria de esta novela es ese recorrido en que alguien se enajena tanto que va perdiendo su capacidad de raciocinio ¿cómo funcionó el humor para exponer el modo en que naturalizamos la violencia?
-F.M:
El sesgo de humor me parecía necesario para crear una distancia. Finalmente son dos muchachos bastante idiotas que no tienen ni idea de lo que están haciendo por mucho que estén convencidos de que van a llevar a cabo un plan. El punto es demostrar lo confundidos que estaban y que cualquier cosa que hubiera salido mal los hubiera hecho dejar el plan. Quería mostrar lo absurdo de la violencia, lo innecesario de estas violencias ocurren todos los días.

-T: La novela se narra desde la perspectiva de Polo sin colocarse en la primera persona: un joven de clase baja cansado de su vida queriendo ser el dueño de su destino pero imposibilitado por las condiciones del contexto donde nació ¿por qué la decisión de pararse desde este punto de vista?
-F.M:
Para mi el logro personal fue la voz porque yo necesitaba crear un dispositivo diferente al de “Temporada de huracanes”, no porque una novela tenga que ser necesariamente diferente a otra, este es un concepto mercadotécnico de la literatura ¿por qué no podemos escribir cómo queremos escribir aunque sea lo mismo? Pero esta novela exigía otro tipo de voz que fuera capaz de establecer una distancia mayor entre el personaje, en este caso Polo porque es a través de él que vemos todo, entre sus pensamientos, sus creencias, su vida, su destino y su desgracia, y esta voz que es capaz de ver las incongruencias en su pensamiento.
¿Qué es lo que anida en el corazón humano cuando nos enfrentamos a violencias de este tipo? ¿Cuál es el recorrido de una persona, mental y emocionalmente, para ir de fantasear en un crimen, creer que es imposible pero obsesionarse con ello y posteriormente pasar al acto? Todos albergamos pensamientos horribles: los expulsamos, sublimamos, evitamos y los reconocemos como fantasías. Todo el tiempo tenemos pensamientos que no son socialmente aceptables pero la sociedad nos marca unos límites para esta agresión que tenemos dentro. Hay mecanismos que sirven para contenerla. ¿Qué pasa cuando alguien pasa esa línea? Eso me ha obsesionado desde muy joven, los dos libros que he comprado con mi dinero de muy jovencita, a los 12 o 13 años , fueron “El silencio de los inocentes” y “El perfume”, es decir, siempre me ha interesado la visión del otro entendido como criminal, el que cruza la línea, el que carece de esos mecanismos de defensa que evitan el crimen.

“¿Qué es lo que anida en el corazón humano cuando nos enfrentamos a violencias de este tipo? ¿Cuál es el recorrido de una persona, mental y emocionalmente, para ir de fantasear en un crimen, creer que es imposible pero obsesionarse con ello y posteriormente pasar al acto? Todos albergamos pensamientos horribles: los expulsamos, sublimamos, evitamos y los reconocemos como fantasías”.

Fernanda Melchor

-T: Al reconocer ese interés ¿concebís como proyecto literario indagar sobre las violencias?
-F.M:
No creo que haya un rumbo definido, si salió fue sin mi intención deliberada. La verdad es que escribir una novela es demasiado difícil para mí y me siento muy contenta si logro terminarla más o menos parecida a la idea que tenía en mi cabeza. Pero la verdad es que también se puede leer así: porque mis tres novelas hablan de Veracruz, de experiencias de gente muy joven y aunque el estilo varía hay momentos de gran violencia, una preocupación por describir, abordar, profundizar en hechos violentos, en hechos de sangre, en aspectos de la sexualidad de los personajes. Diría que mis cuatro libros son una muestra de dónde han estado mis preocupaciones y mis intereses como lectora. Creo que habla mucho de mi misma, de lo que me preocupa y de las formas en las que intento entender y darle sentido al mundo.

-T: ¿De modo que la literatura funciona como esa posibilidad de acercarte a preguntas que te inquietan?
-F.M:
Más que denunciar, tratar de entender y comunicar los pequeños hallazgos que yo creo encontrar. Como echándome este clavado. Escribir una novela, por el proceso que es tan largo y tan inmerso, se vuelve una obsesión. Se parece a construir un laberinto mental y dedicarse todos los días a pasearse en ese laberinto por algunas horas. La novela viene a ser como una cristalización del proceso pero no es el proceso total.  Cuando escribía ´Páradais´ la pregunta que venia a responder ese libro era ¿como mujer qué crees que es lo más terrible que te puede pasar? Me construí esta pesadilla y viví allí un rato para explorar ese miedo horrible. La novela nació en una época donde vivía con una pareja y mi hijastra, que cuidé durante seis años. Viajábamos en autobús y yo había leído que en esa ruta asaltaban los camiones y violaban a las mujeres. Y en ese entonces pensé qué haría si a mi hija le quieren hacer algo y fue un pensamiento muy sobrio: primero me tienen que matar a mi. No va a pasar. Fue un shock.
No me considero activista, me considero una persona preocupada y mi manera de participar en esta conversación es escribiendo novelas. Gran parte de la literatura que las mujeres estamos haciendo es poner sobre la mesa una conversación que no estábamos teniendo como sociedad. Y esto para muchos parece activismo, proselitismo, propaganda, feminismo, no sé, pero creo que en mi caso una novela no sería un método correcto. Salir a la calle me funciona mejor, es decir, una novela mía cumple otra función porque una novela nunca puede ser un medio de difusión masivo, siempre es algo que actúa de persona a persona. La literatura solo puede servir al cambio social si rehúsa a poder hacer un cambio, si se mantiene en los márgenes.

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