El geógrafo británico Rob Kitchin recorre las medidas utilizadas en distintos países para detener los niveles de contagio y la expansión del coronavirus.
En su trabajo “Uso de tecnologías digitales para abordar la propagación de coronavirus: ¿panacea o locura?”, Kitchin alerta: “Parece que hubo prisa por implementar primero y solo considerar luego la idoneidad, configuración y utilidad de la tecnología” en el combate contra la pandemia.
Entre los ejemplos de utilización de la solución tecnológica que cita en este ensayo académico del 20 de abril de 2020, señala que en algunas partes de China se requirió a los ciudadanos que instalaran una aplicación en su teléfono y luego escaneen códigos QR cuando accedieran a lugares públicos como centros comerciales, oficinas o medios de transporte para verificar su estado de infección y su permiso para ingresar o no a esos sitios. El sistema alerta a la policía si hay alguna violación a la cuarentena.
En Moscú -continúa Kitchin- las autoridades lanzaron una aplicación QR para aprobar viajes y rutas y delimitar así los lugares por los que tiene permitido transitar cada ciudadano.
Taiwán implementó un sistema obligatorio de localización de la ubicación de los portadores del virus, enviándoles mensajes de texto a aquellos que se desvían de un área delimitada.
Mientras que el gobierno polaco obliga a las personas aisladas a tomarse una selfie geolocalizada dentro de 20 minutos de recibido un SMS a riesgo de ser visitados por la policía.
También está el caso de Israel, que ha reutilizado avanzadas herramientas de monitoreo digital que sirven para el combate al terrorismo para rastrear a pacientes con coronavirus.
Palantir -una firma secreta de análisis de datos que trabaja para agencias de inteligencia-, está monitoreando y modela la propagación de la enfermedad para predecir la respuesta del servicio de salud, para entidades como el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos y el National Health Service del Reino Unido.
El gobierno de Victoria, Australia, lanzó una plataforma llamada Whispir para que las autoridades puedan rastrear la ubicación de los casos confirmados y comunicarse con ellos por mensaje de texto si no se autoaislan, además de rastrear a sus contactos.
Lichstentein está probando el uso de brazaletes biométricos para monitorear en tiempo real indicadores corporales que incluyen temperatura, frecuencia respiratoria y cardíaca, mientras que países como el Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Canadá, y Francia están planeando el uso de tecnologías de localización de contactos para gestionar la salida de la fase actual de contagio y mitigar contra una segunda y tercera ola de infecciones.
Por su parte, empresas como Apple y Google han ofrecido reutilizar sus plataformas, datos y rastreos de contactos para ayudar a combatir el virus, en un mundo que, según el investigador en temas de Comunicación de la Universidad de Washington, Kyle Kubler, “mercado y estado no son esferas independientes que tienen influencia sobre sí, sino componentes indisolubes de la comunidad material del capital”.
El problema de la solución tecnológica para combatir el coronavirus, que Kitchin cree “sobrevaluada” es que, como ha señalado el israelí Yuval Harari, “las medidas temporales tienen el desagradable hábito de sobrevivir a las emergencias, especialmente porque siempre hay una nueva emergencia al acecho en el horizonte”.