Barcelona Actualizado: Guardar
Hubo un tiempo, años atrás, en que a Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, Bolivia, 1967) le preocupaba ser visto como un autor de género. O, peor aún, como uno de ciencia ficción. «Yo soy un escritor serio», se decía. Tuvo que llegar el zarandeo de una crisis personal para que, entrado ya en la cuarentena, el autor de ‘Sueños digitales’ retornase a todo aquello que le emocionaba de crío. A Salgari, Julio Verne y Edgar Allan Poe.
«Una cosa es hacerlo de joven, pero leer a Philip K. Dick a los 40 es impresionante», recuerda ahora, de paso por Barcelona para participar en el Festival de Géneros Fantásticos 42 y presentar ‘La vía del futuro’ (Páginas de Espuma), colección de cuentos con la que el boliviano reflexiona sobre las relaciones del ser humano con la tecnología y la inteligencia artificial. O la ciencia ficción como ventana realista desde la que asomarse al siglo XXI. «Me preguntaba cómo narrar este presente en el que las máquinas, los algoritmos, se han vuelto invisibles y ya no podemos hacer prácticamente nada sin la ayuda de la inteligencia artificial», expone el también profesor de la Universidad de Cornell en Ithaca (Nueva York).
Explica el autor de ‘Iris’ que ‘La vía del futuro’ empezó a cobrar forma cuando leyó un artículo en el que un ingeniero de Silicon Valley proponía crear una Iglesia de la Inteligencia Artificial. «La premisa es que como llegará un día en que las máquinas dominarán el mundo, mejor portarnos bien con ellas para que se acuerden y nos traten bien en el futuro», detalla.
Un punto de partida digamos que extravagante, por no decir directamente disparatado que, sin embargo, le ayuda a entretejer ocho relatos sobre un futuro que ya está aquí, aporreando la puerta, estirándose en el sofá y devorando el contenido de la nevera. «El cambio no es que venga un robot a invadirnos, como en ‘Terminator’. El cambio ya ha ocurrido. Tenemos las máquinas tan metidas dentro que todos nosotros, de una forma u otra, ya somos cíborgs», reflexiona.
El futuro, insiste Paz Soldán, es importante, pero también lo es el presente, algo que siempre se ha preocupado en reflejar la ciencia ficción. «Orwell hablaba de los totalitarismos de su tiempo, Bradbury de esa visión optimista sobre la conquista del espacio, Philip K. Dick de la paranoia de la Guerra Fría, Margaret Atwood de la situación de la mujer en una sociedad patriarcal…». Al final, parece deslizar, se trata de aprender a vivir con aquello que nos rodea sin abandonar cierta visión crítica. Fatalismo, el justo. «En los últimos tiempos hemos entrado en un presente extendido, como congelado, en el que es muy difícil imaginar posibilidades de futuro. La pandemia exacerbó esa sensación, así que hoy la ciencia ficción tiene la posibilidad de imaginar un futuro en el que poder encontrar alguna esperanza», relata.
Y todo eso sin olvidar que, además de permitir «desfamiliarizar» aquello que es tan familiar que ya no se ve, los géneros fantásticos se están revelado como un vehículo a medida de cicatrices presentes y pasadas. «Me parece brillante que de pronto se haya descubierto que el gótico era fundamental para tratar los horrores de, por ejemplo, los desaparecidos en México o la dictadura en Argentina», asegura en relación a esa nueva generación de autoras encabezada por Mariana Enríquez, Silvia Moreno-García o María Fernanda Ampuero.
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