24 noviembre, 2024
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Cultura

La historia de Elaine, un pasaporte a los sueños de liberación del Tercer Mundo

“Argel, capital del Tercer Mundo” cuenta la vida de Elaine Mokhtefi

“Los cristianos van al Vaticano, los musulmanes a la Meca y los revolucionarios a Argel”
Amílcar Cabral, fundador del Partido Africano por la Independencia de Cabo Verde y Guinea.

Hace pocos días falleció Alcira Argumedo, militante incansable y una de las fundadoras de las “cátedras nacionales”, espacio imprescindible del pensamiento nacional de las décadas de ‘60 y ‘70 en Argentina. En la base de aquellas “cátedras” estaba el pensamiento del filósofo y psiquiatra Frantz Fanon, uno de los intelectuales más potentes del Tercer Mundo, autor del libro “Los condenados de la tierra”, de lectura obligatoria para toda la izquierda revolucionaria en aquellos años.

Esa experiencia estaba relacionada con un proceso más amplio, que se construyó a partir de las luchas anticoloniales en Asia y África y de los movimientos revolucionarios de América Latina. El Tercer Mundo nacía entonces como una “comunidad imaginada” unida por la experiencia común de padecer el colonialismo y la dependencia económica. Desde esos rasgos en común se empezaba a desarrollar toda una red de solidaridades políticas, económicas, militares y culturales que fueron acercando a diferentes países de Asia, África y América Latina.

Esa época pocas veces es evocada desde toda su geografía, se la recuerda de manera fragmentada. La historia de Ernesto “Che” Guevara en el Congo es de las más conocidas, pero existen otras, menos transitadas, como las de militantes peronistas como José Luis Nell, que viajó a China para recibir entrenamiento militar, o la de José “Joe” Baxter, que después de viajar por Argelia y Egipto terminó luchando en Vietnam, donde fue condecorado por Ho Chi Minh.

Por todo esto, esa etapa suele ser recordada como ‘la edad de oro’ de las revoluciones, donde parecía posible pararse ante las grandes potencias de la Guerra Fría con un proyecto propio, diferenciador.

La reciente edición en Francia (editorial La Fabrique, 2019), Argelia (Barzakh, 2019) y en el Reino Unido (Verso, 2018) de un libro volvió a despertar el interés por todo ese proceso histórico. Se titula “Argel, capital del Tercer Mundo”, fue escrito en inglés y en francés, y cuenta la vida de Elaine Mokhtefi.

Es una autobiografía, y es algo más que una historia de optimismo, nostalgias y desilusiones. Elaine logra trasmitir el clima de toda una época, al relatar cómo se fue construyendo el Tercer Mundo tanto desde el quehacer cotidiano como desde los grandes acuerdos entre gobiernos. Hace unas semanas, Elaine, de 92 años, aceptó realizar una entrevista organizada por la Sección Interdisciplinaria de Estudios de Asia y África (UBA) y, ahora, conversó nuevamente para esta nota especial de la agencia Télam.

Elaine nació en el seno de una familia judía de Nueva York. Suele repetir que fue hija de la gran depresión de 1930. Con una infancia marcada por la pobreza y el antisemitismo, se convirtió desde muy joven en una militante antirracista en Estados Unidos. Perseguida por las políticas macartistas de la época, en 1951 decidió migrar a París, donde trabajó como intérprete y entró en contacto con un movimiento cosmopolita de activistas anticoloniales y de izquierdas. Su labor la llevó a participar de varios congresos pan-africanistas como traductora, entre ellos la conferencia de los pueblos africanos realizada en Accra, capital de Ghana, en 1958. Allí conoció a Fanon y se hizo amiga de él.

Kathleen Claver, Eldridge Cleaver y Elaine Mokhtefi

Kathleen Claver, Eldridge Cleaver y Elaine Mokhtefi

De Accra a Nueva York

Elaine describe al autor de “Piel negra, máscara blanca” como un petiso con un cuerpo tenso que irradiaba intensidad, la imagen de un hombre apurado. Sabía hacia dónde iba.

En una oportunidad, cuenta Elaine, el psiquiatra devenido en embajador del Frente de Liberación Nacional de Argelia en Ghana, le preguntó sobre lo que esperaba de una relación con un hombre. “Poder poner mi cabeza en un hombro”, contestó ella. “No, no, no: mantenete erguida sobre tus dos pies y avanzá hacia tus propios objetivos”, le contestó Fanon. Ese consejo la acompañó el resto de su vida.

En 1961, ya enfermo de leucemia, Fanon terminó de escribir su último libro “Los condenados de la tierra” pero antes de publicarlo, y en medio de varios tratamientos, viajó a Estados Unidos donde finalmente murió. Elaine, para esa época, había regresado a Nueva York a trabajar en la pequeña oficina que tenía el Frente de Liberación Nacional de Argelia para desplegar su campaña internacional en la ONU. Por ese motivo lo pudo visitar varias veces en la clínica además de obrar de niñera de su hijo Olivier.

Al referirse a aquellos días, Elaine reflexiona: “Dudo que Fanon se diera cuenta del gran impacto que tendría su último libro. Lo vio impreso unos días antes de morir. El libro había sido impreso clandestinamente en Francia por François Maspéro, pero inmediatamente fue prohibido”. “Los condenados de la tierra” se convertiría en una biblia para los revolucionarios del Tercer Mundo.

Elaine y Mokhtar Mokhtefi en New York

Elaine y Mokhtar Mokhtefi en New York

Argel, capital del Tercer Mundo

Argelia se independizó de Francia en 1962, tras una de las luchas de independencia más emblemáticas y sangrientas de la época. Después de militar por esa causa, Elaine decidió directamente irse a vivir a Argel, la capital. El país estaba destruido tras ocho años de guerra y sólo quedaban un puñado de cuadros técnicos tras la salida de los colonos blancos o piedsnoirs. El gobierno, que se proponía la construcción de una Argelia “árabe y socialista”, aceptó la llegada de extranjeros para que trabajaran en la gestación del nuevo Estado.

Desde los años de combate contra el Estado francés, el FLN había entrado en contacto con movimientos de liberación nacional de todo el mundo. Desde Nelson Mandela hasta el Partido Comunista de China. El M-26, el movimiento liderado por Fidel Castro, ocupaba un lugar muy importante en esta red de solidaridades.

La revolución cubana y argelina fueron contemporáneas y la influencia mutua entre ambos gobiernos era muy visible en los primeros años: la primera delegación internacionalista de médicos cubanos tuvo como destino, justamente, Argelia.

Elaine, sobre los contactos entre Cuba y Argelia, rememora: “Cuando Huari Bumedián derrocó a Ben Bella en 1965, Fidel Castro pronunció un discurso mordaz contra el golpe, y las relaciones que habían sido estrechas y fraternales se enfriaron un poco”.

Eso no impidió, sin embargo, que Argelia participara del primer congreso “Tricontinental” que se realizó en 1966 en La Habana, ni que una importante delegación argelina –de la que formó parte Elaine- viajara a Cuba al año siguiente, en ocasión del primer encuentro de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).

Elaine recuerda una visita del líder cubano a Argel de principios de la década de 1970: “Fidel y Bumedián estaban de pie en un auto descapotable, intentando recorrer una de las calles más importantes de Argel, la Didouche Mourad. Pero la multitud era tan densa que el auto no pudo avanzar. Los dos hombres bajaron y siguieron el recorrido caminando, a pesar de los protocolos. Los pude ver bien, entre la multitud, mientras todxs aplaudíamos”.

Kathleen Claver y Elaine Mokhtefi

Kathleen Claver y Elaine Mokhtefi

Panteras Negras

En 1969, mietras Elaine estaba trabajando en los preparativos del primer Festival Panafricano, el teléfono sonó en su oficina. El escritor y activista Eldridge Cleaver, ministro de información del Black Panther Party (el partido de los Panteras Negras, fundado en Estados Unidos en 1966), acababa de aterrizar en Argel y necesitaba su ayuda. Había llegado desde Cuba, junto a su esposa Kathleen y otros militantes, en busca de asilo político.

Elaine no tardó en convertirse en su principal enlace y logró que el gobierno de Argelia los reconociera como movimiento de liberación nacional, pronunciamiento oficial que les permitió abrir una oficina pública en la ciudad: la llamaban “la Embajada” y pasó a ser la Sección Internacional de los Panteras Negras.

En los años siguientes, Elaine se convirtió en la principal confidente de Cleaver y en la responsable de solucionar los problemas y necesidades de los Panteras Negras en el exilio. Esto la llevó a encargarse de tareas diversas: desde realizar una campaña por Estados Unidos para recaudar fondos tras la ruptura de Cleaver con el mítico Huey Newton, cofundador de los Black Panthers y todavía ícono de la cultura afroestadounidense, hasta recibir como anfitriona al escritor, psicólogo y “profeta del ácido” Timothy Leary.

Elaine recuerda que tras su arribo a Argel, los Panteras Negras no hicieron muchos esfuerzos por entender la idiosincrasia de sus anfitriones. No seguían las noticias locales. Sólo interactuaban con unos pocos argelinos, además de las mujeres con las que salían.

Elaine y el consejero chino (nota del NYT)

Elaine y el consejero chino (nota del NYT)

En 1972, cuando un grupo de afroamericanos secuestró un avión y lo desvió hacia Argel, tras haber cobrado un rescate de un millón de dólares, las relaciones entre los Black Panthers y el gobierno de Argelia comenzaron a enfriarse. El presidente de Argelia aceptó asilar a los secuestradores pero decidió devolver el dinero, pese a la insistencia de Cleaver de retener esos fondos para su causa.

Mientras los Panteras Negras comenzaban a organizar su salida de Argelia, exiliados latinoamericanos comenzaban a instalarse en la capital del país. La comunidad argentina en Argel se fue ampliando y juntando con la chilena y la brasileña. “Un famoso exiliado brasileño, Miguel Araes, gobernador de Pernambuco, había sido encarcelado en 1964 tras el golpe de Estado en ese país”, cuenta Elaine, “un año después fue puesto en libertad y solicitó asilo en Francia, pero se le negó. Argelia lo recibió a él y a su familia. Pudo regresar a Brasil en 1979, quince años después”.

Finalmente, la única integrante de la comunidad de extranjeros en Argelia que terminó siendo expulsada del país sería la propia Elaine: su amistad con la esposa del presidente depuesto Ben Bella captó la atención de los servicios de inteligencia argelinos, que empezaron a observarla y a controlar sus movimientos. Y cuando ella se negó a dar información sobre su amiga, la expulsaron del país.

En ese momento, Elaine estaba en pareja con un antiguo combatiente de la guerra de liberación de Argelia, Mokhtar Mokhtefi, quien decidió acompañarla en su exilio. “Esta historia tienen un comienzo y un final”, dice Elaine en su libro.

Si bien el proyecto político del Tercer Mundo no tuvo el mejor final, Elaine se muestra fiel a sus ideales de juventud, a las personas que conoció y a los sueños de igualdad que siguen animando su vida.  

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