Las puertas de la Casa Rosada se abrieron pasadas las 6 de la mañana para el ingreso de los fieles adelantados, que hicieron vigilia desde anoche en la Plaza de Mayo con el objetivo de ingresar por la entrada de la calle Balcarce para despedir los restos de Diego Armando Maradona.
En promedio, los hinchas invertían de cuatro a cinco horas desde su llegada al microcentro porteño para despedir al ídolo, que es velado a cajón cerrado en uno de los salones de la casa del Ejecutivo.
Para llegar hasta el acceso al velatorio, los fanáticos debieron sortear dos controles del operativo de seguridad montado sobre Avenida de Mayo desde las calles Bernardo de Irigoyen y Carlos Pellegrini.
En el primer retén, los efectivos policiales de la Ciudad revisaban las pertenencias de los asistentes y en el segundo los sometían a un cacheo para luego habilitarles el paso en pequeños grupos.
De ese modo, los hinchas llegaban hasta la Casa Rosada de manera fluida y sin desbordes por el corredor formado con vallas. En el recinto, un clima denso y de emoción por el eco de las expresiones conmovía a todos los presentes.
Paso eterno
Los fanáticos, con identificación del seleccionado argentino y de todos los clubes del país, pasaban por delante del cuerpo de Pelusa durante un puñado de segundos, antes que la seguridad de la Casa Rosada los invitara a circular para darle paso a quienes venían detrás.
En ese instante tan efímero y a la vez eterno, cada fanático le destinaba a Diego una ofrenda, un aplauso, un gesto o un grito desgarrador de agradecimiento.
Camisetas de fútbol, banderas, flores, cartas manuscritas y otros objetos de valor sentimental para los hinchas fueron arrojados al pie del cajón; puños apretados y saludos peronistas, los saludos más elegidos para darle el último adiós a la leyenda del pueblo argentino.
La despedida de los familiares
Antes de habilitarse el ingreso de los hinchas, familiares y allegados más cercanos compartieron en la Casa Rosada una ceremonia íntima de despedida.
Allí estuvieron su exesposa Claudia Villafañe, sus hijas Dalma y Gianinna, amigos y ex compañeros especialmente autorizados, entre ellos varios integrantes del plantel campeón del Mundo en México 1986.
También se sumaron a esa despedida durante la madrugada Verónica Ojeda y su hijo -también del astro- Diego Fernando, y Jana, otra de las hijas de Diego.
Entre otras personalidades, asistieron el presidente de AFA, Claudio Tapia, Carlos Tévez y Ramón Ábila, futbolistas de Boca; Rolando Schiavi, ex jugador del «Xeneize», y compañeros del seleccionado campeón mundial ’86 (Oscar Ruggeri, Carlos Tapia, Sergio Batista).